Métodos biológicos para el control de plagas

En artículos anteriores hablábamos de las medidas de higiene y saneamiento del medio y también de los métodos mecánicos y físicos. En esta entrada relacionaremos los métodos biológicos, usados también en las estrategias de prácticas de control y prevención integrales de plagas. Todas estas metodologías son muy útiles y se aplican antes de recurrir al uso de productos químicos, más nocivos para el medio y para las personas, y para los que cada vez existen más restricciones.

Los métodos biológicos que se utilizan para prevenir y combatir las plagas son el uso de depredadores y parásitos, las toxinas de organismos con función insecticida, los insecticidas bioracionales y las feromonas.

En cuanto a los depredadores y parásitos, matan o dañan a la especie considerada como plaga. En el caso de los depredadores pueden ser pájaros, otros vertebrados, insectos, etc. mientras que en el caso de los parásitos son virus, hongos y bacterias. Este método se utiliza en espacios exteriores pero no es una opción viable para el control de plagas en el interior de edificios.

Las toxinas de organismos con función insecticida son producidas por bacterias letales para los insectos. Un ejemplo es la del Bacillus thuringensis, que se incorpora en forma de gen (gen Bt) a los cultivos para hacerlos resistentes a las plagas.

Por otra parte, los insecticidas bioracionales pueden definirse como principios activos que alteran procesos fisiológicos y de mecanismos de comunicación de los insectos. Se distinguen varios grupos o tipos, según su mecanismo de acción. Los reguladores del crecimiento de los insectos interrumpen los procesos normales de crecimiento y desarrollo de los insectos a base de distintos mecanismos. Los análogos de la hormona juvenil (también llamados juvenoides) son sustancias análogas a las hormonas que regulan la fisiología de los insectos; es decir, impiden la metamorfosis del insecto porque inhiben la diferenciación de los caracteres adultos y prolongan, por tanto, el estado larvario. Los inhibidores de la quitina impiden el desarrollo de la cutícula de los insectos o exoesqueleto. Finalmente, los inhibidores de la misma hormona juvenil –todavía en fase de estudio– provocan una metamorfosis precoz y resultan insectos inmaduros y pequeños que no se pueden reproducir y mueren pronto. Estos inhibidores son útiles en plagas en las que el daño es producido por las larvas.

En cuanto a las feromonas, se trata de sustancias que se liberan en el medio y actúan modificando el comportamiento del insecto. Existen varios tipos: de atracción sexual; de agregación, para atraerlos a lugares favorables para refugiarse o anidar, para el ataque a un huésped, y en zonas de abundancia de alimento, etc.; trazadoras, para marcar el camino a lugares de establecimiento de la colonia o lugares donde pueden encontrar alimento (por ejemplo para hormigas y termitas); de alarma, que provocan al receptor la fuga o el ataque en masa (por ejemplo en abejas, hormigas y termitas); disuasorias, por ejemplo, para impedir las puestas en el mismo sitio; e inductoras de cambios fisiológicos en la misma especie.

Todos estos métodos biológicos se utilizan en el control integrado de plagas, sistema que permite controlar a los organismos perjudiciales utilizando estrategias de prácticas de control y prevención para evitar que las plagas superen el umbral de daño o tolerancia, así como priorizar métodos que minimicen la utilización de biocidas, mitigando o reduciendo al mínimo los riesgos que plantean estos productos para la salubridad de los productos alimenticios y de nuestro entorno.

Los profesionales especializados tenemos en cuenta todos los factores que intervienen en la aparición y desarrollo de una plaga a la hora de realizar un plan para el control integrado. Todo ello para utilizar los métodos más adecuados, ya sea a través de medidas preventivas (higiene y saneamiento), métodos pasivos (barreras físicas que dificulten el acceso y al máximo posible el refugio y la alimentación), y métodos activos (físicos y mecánicos, biológicos o ecológicos o químicos, minimizando estos últimos en la medida de lo posible).

Esta metodología de trabajo en los planes de actuación de gestión de plagas o en los de salud ambiental y alimenticio representa una forma más sostenible de evitar la proliferación de organismos nocivos minimizando los riesgos para la salud y el medio ambiente.

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